https://global.unitednations.entermediadb.net/assets/mediadb/services/module/asset/downloads/preset/Libraries/Production+Library/03-12-2019_OCHA_Yemen_IDP-camp.jpg/image1170x530cropped.jpg

La crisis de la cooperación internacional ha alcanzado un punto crítico que pone en riesgo la vida de millones en todo el mundo. La reciente desaparición de una de las principales agencias de desarrollo global, junto con recortes masivos por parte de otros países tradicionalmente donantes, ha encendido todas las alarmas en el sector humanitario. Más de 300 millones de personas podrían verse afectadas por esta situación, especialmente en regiones altamente vulnerables como África y Asia, donde gran parte de la población depende de la asistencia exterior para su supervivencia básica.

Este panorama fue el eje central de un reciente encuentro entre representantes de varias organizaciones humanitarias de primer nivel, quienes coincidieron en que se está atravesando una emergencia sin precedentes. Las cifras reveladas son alarmantes: millones de personas han perdido el acceso a programas de alimentación, vacunación, agua potable y atención médica esencial debido al cese de la financiación.

Recientemente, una de las organizaciones de ayuda más destacadas a nivel mundial manejaba un presupuesto anual que superaba los 35.000 millones de dólares, destinado a proyectos de desarrollo y emergencias en más de cien naciones. Su clausura ha dejado un gran vacío en el sistema global de colaboración. No obstante, este no ha sido un caso único. Otros países que solían donar también han disminuido considerablemente sus contribuciones, empeorando la situación.

En naciones como Somalia, por ejemplo, aproximadamente 500,000 individuos han quedado sin acceso a asistencia crucial, incluyendo programas de inmunización. En Sudán del Sur, se calcula que alrededor de 200,000 niños menores de cinco años han dejado de recibir asistencia nutricional y médica. Afganistán ha experimentado el cierre de por lo menos diez centros de salud, lo que ha dejado a cerca de 50,000 personas sin servicios médicos. Siria enfrenta la pérdida de acceso al agua potable para más de 35,000 desplazados.

Las consecuencias también se sienten en el Sahel, donde la suspensión de fondos ha paralizado proyectos esenciales en países como Níger, donde unas 560.000 personas dependen de servicios de salud y alimentación que ahora se encuentran en riesgo.

En este contexto, las organizaciones principales no gubernamentales han expresado su preocupación solicitando una reacción rápida, organizada y duradera. Destacan la importancia de modificar el modelo actual de cooperación global, al que perciben como débil y excesivamente sujeto a decisiones políticas variables. Sugieren promover la inversión social, incentivar la colaboración del sector privado y establecer nuevas relaciones estratégicas que aseguren la permanencia de los proyectos a largo plazo.

Una de las propuestas más reiteradas durante el encuentro fue la de reforzar la educación para el desarrollo como herramienta de concienciación social, así como promover una narrativa positiva en torno a la cooperación, que logre movilizar a la ciudadanía y a los actores económicos hacia una mayor implicación en la lucha contra la desigualdad global.

El mensaje de las organizaciones humanitarias es claro: se está ante un desafío no solo financiero, sino también ético y político. La ayuda internacional no es un gasto prescindible, sino una inversión en estabilidad, justicia y paz global. Salva vidas, previene conflictos, reconstruye comunidades y protege a los más vulnerables. Mirar hacia otro lado ante su colapso sería, afirman, una irresponsabilidad colectiva de consecuencias irreparables.

En este escenario, instan a la comunidad global, al sector empresarial y a la población civil a unirse al objetivo de mantener la colaboración global. Es crucial tomar medidas ahora, antes de que se pierdan décadas de progresos de manera irreversible.