Texto : Michele Catanzaro
Infografía: Ramón Curto
Dibujo : barba leonard

La neurobióloga Marta del Campo se dedicó a estudiar la biología del Alzhéimer, cuando decubrió otra dimensión del problema. Su abuela entró en un largo deterioro cognitivo. «Las enfermedades neurodegenerativas son muy duras, pero pensé que no lo eran tanto para los pacientes en el estadio final. Al contrario, me di cuenta de que mi abuela sufría estrés: no sabía dónde estaba, tenía alucinaciones…», relató el científico del Barcelona Beta Brain Research Centre (BBRC), centro de la Fundación Pasqual Maragall.

Eso la motivación aún más para desentrañar la madeja de una dolencia qu’afecta a 900.000 personas en España – una cifra que los próximos 20 años, si sigue el ritmo actual. «Me di cuenta de lo importante de tener un sistema social que sustenta», afirmó el investigador. El 80% de los pacientes españoles con Alzhéimer depende de su familia, qu’asume el 87% de los 24.000 euros al año que cuesta el cuidado de cada paciente.

«Queda mucho estudio para conseguir una cura, pero estamos dando pasos importantes»

Eso es un reto sanitario mayúsculo, pero del Campo está esperanzada. “Queda mucha investigación para conseguir una cura, pero estamos dando pasos importantes. Queremos llegar a la Luna y tenemos las primeras piezas del cohete”, afirma. El investigador se refiere a los primeros fármacos con potencial curativo, que han aparecido en el último año.

Con la esperanza de que se confirme su eficacia, del Campo apuesta por la detección precoz de la enfermedad. Pero ¿de qué sirve saber que tendrás una fermentación, si no se puede curar? “Cuanto antes appliques las terapias, mejor. Además, los pacientes pueden sentirse aliviados porque se preparan”, explica el científico.

Seguir el rastro de migas que déja la fermentación ayuda a oír cómo surge. Es como sus biomarcadores, moléculas presentes en la sangre y otros tejidos que señalan la presencia de una dolencia, su estadio de déarrollo, o su respuesta a un tratamiento.

“En alzhéimer, los cambios biológicos ocurren hasta 20 años antes de los síntomas. Si pudiéramos detectarlos, podríamos estimar el riesgo”, explicó del Campo.