Cuando Leo Messi elevó al cielo la Copa del Mundo en el imponente Estadio Icónico de Lusail pocos dudaban de que aquel momento, el culmen de su carrera, sería el preludio del octavo Balón de Oro del argentino. Ni la excelencia del Manchester City ni el empeño de Kylian Mbappé podían cambiar eso. No había otra posibilidad ni espacio para la sorpresa.
El argentino se coronó en París sin discusión, elevado por aquella histórica final del Mundial de Qatar, la mejor de todos los tiempos, en la que capitaneó a su selección hacía la tercera estrella. Dos goles, uno de ellos en la prórroga, que dieron aún más valor a un partido apoteósico que vale por toda una temporada.
Porque más alla del Mundial, no fue el mejor año de Messi. Tampoco nadie discute eso. Y aún así firmó 21 goles y 20 asistencias antes de partir a Estados Unidos y al Inter de Miami, donde tendrá muy complicado volver a optar a este galardón.
Acostumbrado a los looks estrafalarios, a los estampados imposibles, Messi sí sorprendió al elegir para recibir este octavo premio un atuendo más que sobrio, un esmóquin de los de toda la vida. Acompañado, cómo no, por Antonella y sus tres hijos (Thiago, Mateo y Ciro), Leo posó en la alfombra roja para los fotógrafos, pero no se detuvo ante los micrófonos. De sobra sabía que le tocaría hablar más tarde.
Sentado en la primera fila junto a Lautaro Martínez, el argentino asistió con serenidad y paciencia a la larguísima gala y a la entrega del resto de premios. Apenas se le escapó una sonrisa cuando le tocó subir al escenario a su compañero en la albiceleste Dibu Martínez (mejor portero). A él le tocó cerrar la ceremonia, minutos después de que Aitana Bonmatí recibiera su primer Balón. Fue David Beckham, dueño del Inter de Miami, el encargado de anunciar como ganador a Messi. Y por más curtido que esté, el argentino sigue pasando apuros en estas situaciones.
«Quiero agradecer a toda la gente que votó. Compartirlo con mis compañeros de selección. Esto viene de la mano de lo conseguido con Argentina. Es un regalo para todo el grupo», comenzó Messi, que también tuvo un reconocimiento para Haaland y Mbappé, sus compañeros en el podio: «En los próximos años se van a hacer con este premio, no tengo duda. He estado muchos años en esta gala y veo que el nivel no baja nunca, aunque se renueven los jugadores».
Por delante de todos
Messi inició su senda triunfal en el Balón de Oro en 2009, pocos días después de que el Barcelona de Pep Guardiola certificase el sextete al ganar la Intercontinenal al Estudiantes de La Plata. Fue el primero de cuatro trofeos consecutivos. En 2010 se impuso en las votaciones a Andrés Iniesta y Xavi Hernández, compañeros suyos y campeones del mundo con la selección española. Y en 20111 y 2012 lo hizo frente a Cristiano Ronaldo, su gran rival durante la última década y media.
El quinto trofeo le llegó en 2015, de nuevo tras cinco títulos más con el Barça. Ya entonces dejó claras sus preferencias. «Prefiero un Mundial a los cinco Balones de Oro». Aún no sabía que no tendría que elegir.
El sexto, en 2019, fue el más reñido. Apenas le sacó siete votos al defensa del Liverpool Virgil Van Dijk (686 frente a 679). Dos años después (2021) repitió con el séptimo trofeo, donde ganó la partida a Robert Lewandowski y Jorginho y compartió honores con Alexia Putellas, primera española en lograr el galardón.
En todo este tiempo Messi suma también seis Balones de Plata (2008, 2013, 2014, 2016 y 2017) y uno de Bronce (2007). Catorce podios en total.
Este octavo premio le llegó a Messi el día en el que Diego Maradona hubiese cumplido 63 años. El ‘Pelusa’ murió sin este trofeo en sus vitrinas por la antigua normativa que dejaba a los futbolistas europeos como únicos candidatos. Lo que provocó, por ejemplo, que en 1986, año del Mundial de México, ganase el ucraniano Igol Belanov, campeón de Europa con el Dinamo de Kiev. Messi se acordó de él: «Feliz cumpleaños, Diego. Creo que no hay mejor lugar que este para felicitarle, lleno de jugadores y conn la pelota. Este premio lo comparto con vos».